Àrien
- Jordi Luna
- 20 sept
- 3 Min. de lectura

Cuenta la leyenda que, en un lugar quizás lejano para las estrellas y a la vez muy cerca para todos nosotros. Un ser de luz, la hermosa Àrien de nombre, la más pequeña de todos, se escondía por las noches sin salir a volar, en la cueva de la vida, donde la fe, el amor, los sueños y la esperanza brillaban con una magnificencia extraordinaria mientras todos estaban allí. Al salir a volar por las noches, solo quedaba la luz de Àrien en la cueva, una luz diminuta que encendía los corazones, aunque ella aún no lo sabía.
Cuando estaban todos, los tonos de luz en la cueva eran vibrantes, brillantes… un arcoíris de color. La esperanza era verde esmeralda, la fe de un color blanco cegador, el amor de color rojo palpitaba como la lava de un volcán, y los sueños… los sueños brillaban con tal fuerza que todo era posible.
Los seres de luz salían a volar con sus alas de plata repletas de todos los colores durante la noche. Y mientras dormimos, nos dan su luz. Quien quiere amar se ilumina, quien quiere sentir, soñar, creer, vivir; se ilumina de algún color, o de todos ellos.
Pero nuestra historia trata de aquel ser de luz que no quería brillar.
Intentaron hacerla salir todas y cada una de las noches, pero Àrien no accedía. Era como si un manto negro profundo tapase su luz, sus alas. Se estaba apagando poco a poco.
Una noche, el más sabio de los seres de luz se acercó a Àrien y le dijo:
-¿Por qué no sales a enseñar tu luz? ¿Qué pesar nubla tus alas para que no puedan ser vistas? Te he visto volar millones de veces durante el día, cuando nuestra luz se confunde con las demás, y eres una gran voladora. Tu luz, incluso entonces, es brillante como una estrella.
Àrien, afligida, respondió:
-Durante la noche, vi a la luna brillar más que nada en el cielo. Todas las estrellas, incluso las más lejanas, brillan como luceros en la oscuridad. Yo soy muy pequeña para poder iluminar a alguien o a algo. Siempre soñé con ser como la luna.
El sabio, con una ligera sonrisa de aprobación, le respondió:
-Àrien, te contaré un secreto. Las estrellas que ves brillar en la noche son nuestros ancestros, que aún sin estar aquí, siguen brillando; y la luna, recoge su luz prestada del sol. ¡Tú tienes tu propia luz! ¿Sabes cuántas almas están ahora mismo con un brillo tenue, por falta de fe, sueños, esperanza… por falta de vida? ¿Sabes que tu luz es tan poderosa que los harás despertar de alegría? Sal esta noche y sé la luna llena de todas esas almas. Que tu luz sea el faro que ilumine su camino, y una vez ya no debas estar más en este mundo, estoy seguro de que serás la estrella más importante del universo. A la que todos mirarán para guiarse en el camino.
Àrien, al oír esas palabras, prendió una gran sonrisa en su rostro. Sus alas sonaban como una sinfonía celestial y con la fuerza de mil volcanes, salió a volar. Su luz era tan bella que despertó tantas almas como nunca nadie había logrado. Y desde entonces no paró de volar y de brillar… Cuenta la leyenda que, una vez su camino entre nosotros terminó, Àrien ascendió al cielo nocturno y aún hoy la podemos ver… solo que con otro nombre...la estrella Polar.




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