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Foto del escritorJordi Luna

La Niebla


- Puedes ver la niebla, pero no puedes atraversarla con tu mirada. ¿Qué te sugiere tal cosa?. Preguntó el maestro al joven. -Ves el principio de las escaleras pero no puedes ver el final, aún sabiendo cuantas hay, pues sueles subirlas cada día. Pero no puedes saber que hay ahora mismo ahí detrás, ahí arriba. El joven miró hacia esas escaleras de un modo diferente a como lo solía hacer cada día. Sabía que era la niebla, pero ahora la miraba con cierto recelo después de aquellas palabras. - No sabría que decir exactamente, pero creo que lo único que me sugiere es que ha llegado el frío, y con él, como es habitual por aquí han llegado las nieblas. Respondió el joven. Después de unos segundos mirando al joven con una sonrisa, su cara se tornó en un rostro diferente. Un tono casi desafiante en sus ojos, hacía que la cara del maestro adquiriese un semblante amenazador y muy serio. Y con voz potente respondió: - Ahora mismo no sabes que hay allí arriba, al final de esta escalera, quizás subas y no pase nada, como dije antes. Pero quizás algo malo te espere allá arriba, y no puedas bajar. Seguramente nadie acuda en tu ayuda si gritas, ¿acaso tú irías en busca de un grito perdido en medio de una densa niebla? , puede que no haya nada al final, pero ¿y más adelante? la niebla seguirá sin dejarte ver a más de un metro de tu nariz. ¿Puedes asegurarme que no te pasará nada allí arriba? La gente mala y perversa suele esconderse en las sombras en busca de almas cándidas, y la niebla es un escenario perfecto para no ser visto. ¿Crees que podrías echar a correr a ciegas?, seguramente el miedo te paralizase sin dejarte dar ni un solo paso, abandonando así tu destino a su suerte, al destino de esa neblina. ¿Esperarás a que esta cortina de humo desaparezca?, sabes que en esta época podemos estar varias semanas sin ver el sol. ¿Y si te necesitan allí arriba, te quedarás aquí esperando?. No sé cuál de las dos opciones es más ingrata o menos peligrosa, ya que la niebla que ves ahí enfrente también te ha quedado detrás tuyo. Gírate y podrás comprobarlo. Estás atrapado ahora mismo, entre dos mundos que no puedes ver. El miedo te está mareando, el vértigo no te deja volver atrás, no es buena solución, no encontrarías nada; solo tus pasos borrados. Pero... ¿y subir?, peldaño tras peldaño, con la posibilidad de resbalarte y caer... y con esa peonza en tu cabeza que gira y gira sin parar dándole vueltas a algo que no puedes controlar, anticipando un mal augurio, una caída, un golpe el cual no puedes pronosticar. Es como lanzarse al vacío en un pozo oscuro. ¿qué puedes hacer?...¡Subamos! El maestro cogió al joven por un brazo enérgicamente y lo arrastraba a subir por aquella escalera que ahora se le hacía tenebrosa. El joven tenía los ojos abiertos de para en par, su corazón llamaba a sus costillas para hacerse notar y aún siendo pleno invierno, un sudor frío recorría su espalda mientras subía y subía lo que parecía una escalinata eterna. La respiración se hacía pesada y rápida y el cosquilleo en las extremidades iba en aumento. Al fin llegaron hasta lo alto de aquellas escaleras casi sin aliento. El maestro casi sentó al joven en un banco que había allí arriba, pues la escalera daba a una plaza. El joven aún atemorizado y estupefacto ante la reacción del maestro, lo miraba con una cara de no saber que hacía allí, ni dónde estaba, ni apenas quién era él mismo. Entonces el semblante del maestro se tornó alegre otra vez. El joven empezó a respirar más pausadamente, el vértigo y las pulsaciones se apaciguaron, y pudo ver toda la plaza y el sol, allí detrás de la ahora alta neblina. Parecía que allí arriba el tiempo era mejor, por lo que incluso una leve sonrisa apareció en su boca. Y una vez calmado, el maestro habló: - Has sentido esa sensación de pánico, de aturdimiento,... seguramente has pensado en volver atrás, pero no has podido. Sin saber lo que nos esperaba has continuado, eso sí, ayudado por mi. Y al llegar hasta aquí, has respirado aliviado y has visto que no había nada que temer. Todo está en su sitio, o aún mejor...todo está más bello de lo que imaginabas; ya que el miedo se ha desvanecido en la niebla y no esperabas ver el sol... estoy seguro de que hoy miras al sol con aprecio, más que en un día de verano... Querido amigo, mañana vendrás solo y no te puedo asegurar que sea igual que hoy, es más, no puedo asegurarte que mañana vuelvas. A partir de ahora harás el camino solo, pues querido, esto es la vida. No puedes volver sobre tus pasos y abrazar el pasado, y el futuro te producirá pánico si te paras a pensar que encontrarás en él. Nadie te puede ayudar a dar tus pasos, puede que encuentres algún acompañante como hoy, pero inevitablemenete llegará el día en que debas enfrentarte a ti, tú solo...sí a ti, tú eres tu único enemigo. A toda la gente nos llega un día en nuestras vidas en el que nos paramos ante estas mismas escaleras, y desgraciadamente la mayoría se quedan mirando y mirando hacia arriba esperando una ráfaga de valor que nunca llega. En cambio otros, dejan todo atrás y se adentran en la oscuridad para ver el sol al otro lado, sin importar siquiera si los está esperando... y lo ven, y la niebla se desvanece. Y quizás otro día encuentren otra escalera, pero vuelven a subir. Hoy he querido enseñarte algo que espero sea valioso. Recuerda que la niebla está solo en tus pensamientos, y éstos son muy poderosos. Si consigues desvanecer esa niebla con pensamientos positivos, puedes estar tranquilo... tu corazón prenderá tu alma y te enseñará el camino. No te quedes mirando a la escalera, cuando te des cuenta la vida habrá pasado por delante de tus ojos sin apenas saborearla. Nadie dijo que fuera fácil, pero te aseguro una cosa... tus sueños, todos están detrás de esa niebla y al final de las escaleras. Merece la pena subir y sentir la adrenalina por tus venas. La niebla solo está en tu mente. Recuerda, Tus sueños están inevitablemente al final de esas escaleras, ellos no bajarán a recibirte...solo tienes que dar un paso. Aunque quizás quieras quedarte con la mayoría, aquí esperando...¿Te atreves a subir? sí, te hablo a ti, al que ha posado sus ojos en estas letras. Por Jordi Luna

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