
Deseaba con ansia llegar hasta allí, y pronto se dio cuenta de que no podía atraparlo. Pero inició un viaje del que aún hoy, es partícipe.
Era un niño como cualquier otro, como todos nosotros fuimos. Solo que un día, miró a lo lejos y se hizo una pregunta que cualquier niño en tierna edad se podría hacer. ¿Qué debe haber allí al final? ¿Se acaba la tierra?¿qué hay ahí detrás? Cuando iba a la playa, se hacía otras preguntas, pero siempre en relación a lo mismo. ¿Se acaba el mar ahí? ¿hay una gran cascada al final?. Sí, miraba constantemente al horizonte preguntándose que habría allí detrás. Era un niño, y con esa inocencia que después perdemos todos, y la cual no deberíamos olvidar; pensaba que allí al final, tenía que haber algo. Así que una mañana después de almorzar, abrió la verja del jardín y empezó a andar por un camino de tierra serpenteante que le llevaría sin duda hasta el final. El camino cruzaba unos campos de cereales y más allá unas pequeñas colinas. Sus padres no lo vieron salir, y él viajaba convencido de ver la respuesta. Lo que no sabía es que ese día encontró las respuestas que años después responderían muchas de sus preguntas.
Mientras andaba con el sol en lo alto, encontró un palo que por supuesto cogió del suelo. Y en menos de cinco minutos, ya había servido de espada, escopeta, bastón, etc.. ¡qué sobrevalorados están los juguetes de ahora! si se me permite decirlo, un palo además de ser un sinfín de artilugios, activa y de qué modo la imaginación... Pero volvamos a lo que contaba. El niño andaba y andaba, y al cabo de un rato paraba y se sentaba. Observaba el horizonte y no se explicaba por qué era diferente al que veía desde su casa. Ese horizonte cambiaba a su antojo, ahora la línea entre la tierra y el suelo estaba más alta, ahora más baja, ahora recta, ahora curvada, dependiendo claro está del camino que subía y bajaba suavemente. Pero seguía intentando encontrar una respuesta, cada vez más desesperado. Entonces justo acabaron los campos de trigo, se abrieron unas pequeñas colinas a izquierda y derecha. Y allí se encontró a un peregrino que no daba crédito a lo que veía. El hombre le preguntó sorprendido hacia donde se dirigía, y donde estaban sus padres. El niño contestó muy convencido, que iba a ver que había más allá de esa línea del fondo. El hombre esbozó una sonrisa, y accedió a contárselo, pues él mismo venía de allí. Pero con la condición de que diese media vuelta y regresase a casa; por el camino de vuelta se lo explicaría.
Así que el peregrino y el niño, muy contento y expectante, emprendieron el camino de vuelta. Contrariamente a lo que pensáis muchos, no le explicó que la tierra es redonda y bla,... no, le explicó algo más profundo. Así que el peregrino empezó su charla. Le dijo a aquella alma novel, que eso que buscaba era el horizonte, y que no se podía alcanzar hasta el final del camino de la vida. Por supuesto le dijo al niño que aún le quedaba mucho tiempo para eso, pero no debía perder la fe en mirar a aquel horizonte, pues si lo miras fijamente, te invita a andar y una vez empiezas...quién sabe a donde te llevará. Pero el horizonte tenía otra razón de ser. Le explicó que era como una pizarra muy grande que la naturaleza te entrega, con la condición de que proyectes tus metas, tus sueños, tus deseos allí, donde se juntan cielo y tierra. Los tienes que escribir con la mente, lo mas grande posible que puedas, allí en el cielo...aún estando cubierto; pues las nubes oscurecerán esa pizarra, pero pasarán y volverás a ver el azul. Una vez escritos tus deseos, tus metas con grandes letras, mira a tu horizonte, ahora es solo tuyo... ¡camina hacia él! y no hace falta que salgas corriendo como hoy. Piensa que vas tras él, y éste se encargará de que sigas el camino, que los años no te priven de la eterna niñez de tu alma. Y algún día lo atraparás, y conseguirás todo aquello que desees; y se volverá a alejar tan rápidamente que no te darás ni cuenta y lo volverás a ver allí al fondo. Pero no te desanimes, lo único que pretende es que vuelvas a pintar su cielo con tu alma, con nuevos deseos. Y créeme, por el camino encontrarás a mucha gente que te ayudará y a otra que intentará detenerte; apóyate en los buenos e ignora a los malos. Pero si tú has sido capaz de escaparte, siendo tan pequeño para saber su secreto, no creo que jamás te falten la determinación y las ganas. Más adelante aprenderás, qué es el horizonte de la mayoría de personas, un camino a la nada, una quimera. Pero jamás olvides, que está tu horizonte particular, ese solo lo puedes ver tú...quizás algún día decidas compartirlo; pero es tuyo y nadie tiene derecho a quitártelo.
En esas llegaron a la casa y no había transcurrido mucho tiempo entre la ida y la venida. A aquel niño le pareció una eternidad. Se despidieron y se dieron las gracias mutuamente por la compañía y por la explicación respectivamente. El niño entró al jardín y se puso a jugar, nadie notó su ausencia. Y pasado un rato se oyó un grito en la lejanía. "¡Recuerdaaaa!, pinta tus deseos en el horizonte, que el sol se encargará de iluminar tu camino, y la luna te los guardará de noche!"
El niño por fin miró a lo lejos aliviado y con una sonrisa... no os imagináis de cuantos colores pintó su cielo... y los sigue pintando ahora que es adulto.
No... no es tarde para que empieces a pintar el tuyo.
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